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sábado, 27 de octubre de 2012

Biocomandos Terroristas

Genética, Bioquímica y Biología molecular han resultado insuficientes para descubrir una supuesta inteligencia, insólita y compleja, de la célula tumoral.

Estamos muy lejos de admitir que pueda existir un verdadero lenguaje que permita una comunicación entre células jerarquizadas usado con fines destructivos. El cáncer nos ha enseñado una nueva forma de guerra: de una parte los sistemas y barreras defensivas del ser vivo, apoyados por tratamientos oncológicos; de otra parte, una célula rebelde y sublevada, que se reproduce con descontrol, invade local y regionalmente, y metastiza a distancia en cualquier lugar del organismo. Guerra silenciosa, interior y oscura, que empieza y termina en el cuerpo enfermo. Víctima de esta batalla desigual, donde una inteligencia citotumoral muy superior a la nuestra antes o después suele ganarla, es el enfermo oncológico.

En primera página de los principales diarios internacionales aparecía la noticia rompiendo la monotonía del habitual contenido político. Un científico español había conseguido descubrir las bases de la inteligencia celular tumoral. Llegó más lejos, grabó la comunicación entre células malignas. Posiblemente se habría producido el acontecimiento científico más importante desde la aparición del hombre sobre la Tierra: el descubrimiento de la estrategia de ataque y defensa de los tumores.

Para la presentación a la comunidad científica se adaptó la gran sala de uno de los mayores palacios de congresos y exposiciones de Europa. Los diálogos celulares serían traducidos simultáneamente a más de 30 lenguas. Medios de comunicación de todo el mundo se situaron estratégicamente para retransmitir el evento.

Casi fundida con la novena campanada del inmenso reloj de la parte norte de la torre, sonó la voz del introductor en un culto y exquisito inglés. Las gigantescas pantallas se encendieron al tiempo que la megafonía debutaba con un fragmento de los himnos nacionales de los países allí representados. Las luces enfocaron un rincón de la tribuna sacando de la penumbra al Profesor Blázquez, investigador y descubridor del hecho. Él sería el único ponente en una noche muy especial. Prometía cambiar el curso de los trágicos destinos de millones de enfermos oncológicos.

-Distinguidos colegas, vuestra comprensión y cariño durante tantos años en momentos difíciles y vuestra presencia hoy aquí es la mejor forma de expresarme interés y confianza. Lo que veréis en las pantallas y escucharéis traducido a vuestra lengua, fue grabado en un paciente portador de un cáncer de pulmón de aproximadamente un año de evolución. Nuestro error durante años ha sido ignorar que las células tumorales poseen mecanismos de comunicación entre ellas y que en una acción suicida se rebelan contra el orden histológico establecido. Todos conocemos los mecanismos físico-químicos de comunicación entre células normales destinados a mantener un equilibrio que nos permita vivir en un estado de salud y bienestar. En las pantallas observaréis unas leves vibraciones, contracciones y dilataciones en cadenas de DNA y RNA que os serán traducidas a lenguaje humando nativo. Estamos ante el lenguaje de las vibraciones de los ácidos nucleicos motivadas por proteínas desnaturalizadas de las células tumorales, dotadas de una inteligencia de naturaleza, de momento, desconocida.

El puntero láser del doctor apuntó a las distintas pantallas. En la sala se escuchaba en español la traducción. Hablaba una célula aparentemente igual a las otras, pero con tenues atributos que la diferenciaban.

-Es necesario constituir comandos suicidas, mientras más conchudos mejor, que escapen hacia la corriente linfática, burlando el ejército hematológico. Y es imprescindible establecerse a distancia, de modo silente, para dar margen de confianza al cuerpo. No invadáis otros tejidos hasta que recibáis mi orden y cuando lo hagáis evitad terminaciones nerviosas, burlando así la alerta mediante el dolor. En el momento que se percaten de vuestra presencia y decidan atacar con su arsenal quimioterápico, vuestra invasión será masiva y formaremos metástasis generalizadas. Dejad que os sigan atacando con quimio, en el empeño morirán las células que forman el ejército hematológico, mientras que vosotras, protegidas con los cambios ya consabidos en las cadenas proteicas, sobreviviréis. Seréis insensibles a las dosis fiables de ataque.

Se paró la proyección y se iluminó de nuevo el rincón ocupado por el científico.

-No toda célula cancerosa tiene capacidad de mando y derecho de obediencia. Urge localizar a los líderes, a los que incitan a la rebelión, porque sin ellos el resto de la colonia enferma carece de capacidad de comunicación y se hace vulnerable a los tratamientos. La célula tumoral no es otra cosa que una célula sublevada contra el orden biológico, que en su conjunto forma el cuerpo humano o animal. Sus principales armas son la reproducción rápida y anómala buscando una mayoría sobre las células sanas limítrofes, y toxinas para neutralizar o desviar las defensas. Las metástasis son verdaderas legiones de células organizadas en comandos, preparadas para engañar primero, e invadir después. Es un ejército sin bandera, sin ideología, mediatizado por las órdenes que jerárquicamente da el mando, con el propósito de destruir el equilibro perfecto que determina la armonía corporal. Presten atención al audio.

-Si os aniquilan, vuestros cadáveres serán custodiados para evitar que indeseables macrófagos caníbales os destruyan. Vuestro material reciclable servirá para alimentar nuevas células indómitas. La región medular fabricará, al ritmo que las guerras requieren, elementos que en un adiestramiento rápido, sirvan para acudir al frente y combatir contra vosotras. Pero la inteligencia humana, empleará sustancias químicas para destruiros y ese joven y poco adiestrado ejército leucocitario morirá antes de salir de sus propias líneas. Haced sólidas trincheras en la linfa, es buen escondite y seguro refugio. Guardad silencio y permaneced expectantes a mis órdenes. El momento del ataque quedará determinado por las circunstancias del ejército enemigo y de su capacidad de maniobra. Recurrirá la inteligencia humana a medios para improvisar nuevos reclutamientos leucocitarios mediante fármacos estimuladores de la médula. Dejad que así sea, porque serán demasiado jóvenes y poco adiestrados para un combate a muerte.

Nuevamente se interrumpió la voz traducida de una célula jerárquicamente superior, con capacidad de mando sobre la colonia tumoral, y retomó la palabra el científico.

-Será necesario identificar a las células con mando para aniquilarlas, porque sin ellas el tejido tumoral obediente se hace extremadamente vulnerable a nuestros ataques quimioterápicos. Durante muchos años nos hemos venido preguntando por qué una misma clase histológica de tumor ofrece muy distinta agresividad de unos a otros enfermos. La explicación ya la tenemos: faltan mandos o han sido aniquilados. Y es entonces cuando el tumor empieza a perder capacidad destructiva. No llega a metastizar. Van a ver como se desplaza, mimetiza y actúa un biocomando terrorista. Observen en el lugar donde señala el puntero unas células que nuestros anatomopatólogos calificarían sólo de sospechosas. Recorren el cauce linfático lentamente sin provocar alarmas que pongan en alerta a los leucocitos. Acaban de llegar al parénquima hepático. Producen una reacción inflamatoria de despistaje que atraerá las defensas hacia allí. Algunas células tumorales se sacrifican, otras abandonan el tejido inflamatorio y se aposentan en distintas regiones del hígado a la espera de órdenes. El ejército leucocitario se concentra en el punto inflamatorio. La jerarquía tumoral ha establecido una cadena de transmisión para llevar las órdenes. Escuchen...

-Ataquen hígado, todos los comandos a la vez, en distintas regiones. La médula no tiene capacidad productiva, su ejército combate la inflamación, abandonando posiciones estratégicas. Empleen su capacidad reproductora al máximo, crezcan, invadan y destruyan. Segreguen toxinas cancerígenas contra cualquier tejido sano.

-Vean lo que ocurre -expresó el científico señalando con su puntero-, se cuentan hasta diez metástasis hepáticas. Otros biocomandos se desplazan ya hacia pulmón y cerebro con táctica similar. Hemos aprendido nuevas reglas, totalmente diferentes, sobre genes y proteínas reguladoras capaces de configurar la morfología de un ser vivo. Pero dentro de esa maquinaria genética y su regulación, surgen genes potencial o intrínsecamente cancerígenos que se hacen activos cuando se producen determinadas circunstancias. La Genética, Bioquímica y Biología molecular han quedado ancladas en un grave error: ignorar la inteligencia de la célula tumoral, su lenguaje. Con estos conocimientos se abre un nuevo capítulo: genética y lenguaje tumoral basado en vibraciones de DNA-RNA.

Habían transcurrido casi tres horas, y el tiempo pasaba rápido. En las caras de los asistentes, emoción, fascinación e incredulidad. Observaron en directo cómo atacan los biocomandos terroristas procedentes de un tejido tumoral inteligente. Apagadas ya las grandes pantallas, con la sala rebosante de luz para verse mejor la sorpresa reflejada en muchos rostros, el investigador resumía y concluía su exposición:

Células tumorales-Posiblemente el terrorismo celular sea el más antiguo de todos los terrorismos y el gran desconocido. Durante muchos siglos ha burlado el conocimiento científico. Todo terrorismo es intrínsecamente malo y rechazable. Injustificable. El celular, procedente del tejido tumoral, se diferencia de otros modos de terror en que su capacidad operativa es muy superior a la de las defensas naturales. Son las células sublevadas las que imponen las condiciones, la víctima, el resto de tejidos que componen un ser vivo. Tiene capacidad de actuar a distancia y a un mismo tiempo. Están dotadas de mecanismos para burlar todas las barreras defensivas. Cuando salta la alarma ya suele ser tarde porque las sublevadas han tomado aparatos y sistemas, estableciéndose en forma de metástasis, que crecerán y crecerán. La inteligencia humana queda muy por debajo de la que poseen las células tumorales. El reto de la ciencia hoy es localizar los mandos suicidas y establecer, mediante sustancias introducidas en el organismo, sofisticados métodos de espionaje. Hay que descubrir nuevos marcadores tumorales que queden fijados a los mecanismos inmunitarios, poniéndonos sobre aviso en el momento en que aparece una célula sospechosa. Habrá que introducir en el organismo leucocitos a los que se haya dotado de un sistema de comunicación idéntico al tumoral, a fin de que puedan detectar los movimientos terroristas. Queda mucho por hacer. Millones de enfermos de cáncer desean, con una esperanza atenuada por el dolor, que surja un nuevo y eficaz medio de lucha contra el tumor.

Un aplauso unánime y largo fue la respuesta de la comunidad científica. Mientras los focos se iban apagando, un tenue murmullo de comentarios entre los miles de científicos que abandonaban la sala era preludio de una ilusión colectiva.
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